El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que puede tener un gran impacto en las personas que la padecen, y también en su entorno. La pérdida progresiva de algunas funciones cognitivas, unido al hecho de que la prevalencia de este tipo de enfermedades suele ser más alta en personas mayores de 65 años, también hace que el riesgo de padecer ciertos problemas o accidentes aumente.

El Alzheimer no solo afecta al cerebro, como hemos visto en artículos anteriores de Konexion Alzheimer, llegando a dificultar la movilidad, la deglución, y otro tipo de problemas que son factores de riesgo para padecer otras complicaciones o que aumentan el riesgo de accidente doméstico.

Hoy hablaremos sobre los posibles riesgos y los accidentes más habituales que pueden sufrir en exteriores, y sobre cómo podemos minimizar este riesgo.

Accidentes personas con Alzheimer en exteriores

A medida que avanza la enfermedad, las funciones cognitivas de la persona con Alzheimer van disminuyendo, haciendo que algunas tareas o acciones que son aparentemente sencillas tengan un riesgo más elevado de acabar en un pequeño accidente o en una complicación mayor.

Como comentábamos en la introducción del artículo, la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer en personas mayores de 65 años es elevada, y sigue creciendo a medida que la edad es mayor. Los adultos mayores, independientemente de su condición, pueden empezar a tener algunos problemas de movilidad causados por la propia edad, el desgaste de su vida laboral o deportiva, o por causas de salud. A este hecho, se le puede unir el padecer Alzheimer o algún tipo de demencia que pueda aumentar el riesgo de algunas complicaciones que pueden padecer en exteriores:

• Caídas: Las caídas son un accidente común en personas de edad avanzada, que puede verse incrementado en personas con Alzheimer. Las caídas son peligrosas porque, en función de la gravedad, pueden causar fracturas, esguinces o contusiones, lo cual dificulta más tanto la movilidad de la propia persona, como el apoyo que deba proporcionar la persona cuidadora.
  
  El hogar es un entorno controlado que podemos adaptar para minimizar el riesgo de este tipo de accidentes, pero en exteriores no tenemos tanto control. Además del daño físico que pueda causar una caída, si la persona con Alzheimer sufre una lesión que le impida realizar alguna actividad que disfrute, puede hacer que también empeore su carácter, estando de peor humor, o padeciendo cambios bruscos que dificultan mucho la labor del cuidador.

• Desorientación y deambulación: Aunque no es un accidente en sí, sí pueden ser una fuente de complicaciones que debemos evitar a toda costa. La deambulación y la desorientación son comunes en personas con Alzheimer, y este tipo de situaciones pueden aumentar el riesgo de padecer algún accidente mientras deambula, como una caída, un atropello, choques con otras personas, etc.
  
  Puede que estos síntomas se manifiesten en un momento en que la persona con Alzheimer no tenga supervisión, causando que pueda perderse, o alejarse demasiado de su hogar y no sepa volver. En los casos en los que ya ha sucedido antes, es muy probable que la persona con Alzheimer no salga sola a la calle, pero puede que suceda en un momento en que no consideramos que esté tan avanzada, o no hayamos apreciado estos síntomas anteriormente.

• Accidente de conducción: En fases leves de Alzheimer, o cuando la enfermedad todavía no se ha manifestado y, por lo tanto, no se ha diagnosticado, puede que la persona con Alzheimer disponga de carné de conducir y se desplace con su vehículo. La pérdida de autonomía que supone dejar de conducir puede ser un golpe anímico importante, pero también es una medida que puede evitar males mayores.
  
  En caso de apreciar conductas extrañas mientras conduce, como confusión en la forma de llegar a un lugar habitual, problemas a la hora de usar los pedales, tiempo de reacción mucho más lento del habitual, etc. conviene empezar a planificar el dejar de conducir y el utilizar medios alternativos de transporte. Por supuesto, esto es en casos en los que la enfermedad empieza a manifestarse.
  
  Sin embargo, una persona con Alzheimer también es un peatón, y la enfermedad también puede aumentar el riesgo de padecer un atropello al no cruzar cuando o por donde debe, al hacerlo de forma lenta, o al interrumpir el cruce de forma inesperada por inseguridad o por falta de reacción. Cada caso en diferente, y dependerá mucho de lo avanzado de la enfermedad y de si es necesaria supervisión constante para salir a la calle, pero todas las personas tenemos riesgo de tener problemas relacionados con vehículos, y conviene extremar las precauciones.

La calle no es un lugar peligroso per se, pero existen riesgos que no siempre podemos controlar y que dependen de terceras personas. En el caso de un paciente de Alzheimer, puede que no consideremos que un estado leve sea suficiente para tomar ciertas precauciones. Aun así, es importante tener en cuenta que algunos síntomas no avisan, y que podemos estar exponiéndonos a un riesgo sin ser conscientes.

Consultar con un profesional médico, valorar el estado del paciente y el avance de la enfermedad, y sobre todo planificar con tiempo y de la mejor forma posible los cambios que puedan afectar a su autonomía, serán de gran ayuda para evitar complicaciones, y para priorizar la calidad de vida de la persona con Alzheimer.